LA VIDA EN LA TIERRA
El origen de esta idea viene de Kelvin, 
quien observó hace 130 años la erupción del volcán Krakatoa, la cual 
esterilizó completamente la vida en una isla.
El reciente furor provocado por la película de ciencia ficción Prometheus no
sólo se explica por el regreso de Ridley Scott al género que lo llevó a
sus máximas alturas, dejando un legado de culto (o el enorme marketing 
que ha recibido). Hay algo singularmente fascinante en el tema que 
explora, el mismo que 2001: Odisea en el Espacio: la posiblidad de que la vida en nuestro planeta tenga un origen extraterrestre, especifíficamente in-geniada
para propiciar nuestra evolución. Esta es una de las ideas 
fundamentales de la ciencia ficción, encontrada en diversos autores y 
muchas veces confundida por teorías de la conspiración –a través de 
autores que escriben libros de “historia” sacados directamente de las 
especulaciones de la ciencia ficción.
Desde una poco imaginativa secularidad 
nos podría parecer radical considerar seriamente esta posibilidad, pero 
presenta una de las más serias explicaciones al origen de la vida que se
haya planteado la ciencia. Si bien habría que diferenciar entre la 
panspermia –la inseminación de la vida en la tierra a través de una 
“semilla” extraterrestre sin la intervención de una inteligencia 
directriz– y la panspermia dirigida –la versión expuesta en Prometheus,
donde una inteligencia extraterrestre insemina y acelera la evolución 
de la vida en un planeta. La panspermia ha sido la teoría preferida para
explicar el origen de la vida por científicos renombrados como el 
físico Lord Kelvin y el biólogo Francis Crick, descubridor de la hélice 
del ADN.
El origen de esta idea viene de Kelvin, 
quien observó hace 130 años la erupción del volcán Krakatoa, la cual 
esterilizó completamente la vida en una isla. Pero unos meses después 
semillas empezaron a florecer y la vida sigió su marcha. Kelvin 
reflexionó que la vida debió de regresar a la isla flotando en la marea o
en el viento desde otras islas. Esto le hizo pensar en la posibilidad 
de que los vientos astrales hubieran traído los componentes básicos de 
la vida a la Tierra.
 Francis Crick retomó esta idea, pero en 
su caso consideró que era muy difícil que una forma de vida pudiera 
superar la radiación cósmica. Por lo cual planteó la posibilidad de que 
extraterrestres hubieran “plantado” la Tierra con microbios enviados en 
naves espaciales especiales para protegerlos. (En Prometheus, donde no 
todo tiene una explicación muy clara, se utiliza una sustancia negra 
viscosa (“the black goo”) como una especie de agente acelerante de la evolución, quizás una métafora de la semilla primordial o panspermia).  El escritor Michael Drosnin relata una conversación que tuvo con Francis Crick:
“¿Es posible que nuestro ADN provenga de otro planeta?”, le dije a Crick en el Instituto Salk.
” Yo publiqué esa teoría hace 25 años”, dijo el premio nobel Francis Crick. “La llame Panspermia Dirigida”.
“¿Crees que la vida arribó en un meteoro o en un cometa?”, le pregunte.
“No,” dijo Crick. “Cualquier cosa viviente se habría muerto en un viaje tan accidental a lo largo del espacio”.
“¿Estás diciendo que nuestro ADN llegó aquí en un vehículo?”, le pregunte.
“Es la única posibilidad,” dijo Crick.
La teoría de Crick, aunque atractiva 
para ciertas fibras profundas de la mente humana (es una versión moderna
que adapta la historia de la creación a un marco evolutivo, donde los 
“dioses” extraterrestres que nos crearon podrían ser resultado de la 
evolución) es notablemente difícil de probar, puesto que supone no sólo 
econtrar un materila exobiológico sino también descifrar una intención, 
ver, por así decirlo, la mano que mueve el meteoro.
En los últimos años, sin embargo, se ha 
descubierto que algún tipo de material genético sí podría haber 
atravesado el espacio sideral e intervenir en el proceso evolutivo de la
tierra dando lugar a la vida. Hace un par de años la NASA confirmó el hallazgo de los componentes básicos del ADN en un meteorito;  científicos
 encontraron adenina y guanina en las muestras del meteorito, dos de 
las bases nucleares necesarias para conformar el ADN.
El geólogo de la universidad de Cal Tech, Joe Kirschvink ha sugerido que Marte es el probable origin de la vida en el sistema solar, ya que habría sido habitable mucho antes que la Tierra (esto es planteado por la película Mission to Mars).
Hace 4 mil millones de años, cuando la Tierra era una caldera de metano
y magma, Marte ya era un planeta estable, frío y cubierto de océanos. 
 Un lugar ideal para la formación de microorganismos.  Una colisión de 
meteoros –sumamente frecuentes en la etapa en la que Marte podría haber 
desarrollado vida– podría haber envíado fragmentos marcianos al espacio 
con millones de microbios.
Este escenario, conocido como 
“panspermia balística” o “litopanspermia” ha sido recreado por el 
geólogo Melosh de la Universidad de Purdue con aparente éxito. Melosh y 
su equipo disparararon una piedra llena de bacterias con un proyectil de
aluminio moviéndose a 5.4 km por segundo. Las bacterias sobrevivieron 
el trauma de “extremos de shock de compresión, temperatura y 
aceleración”. Según Melosh:
Muchos microbios 
morirían, pero otros sobrevivirían en un estado latente. Su viaje podría
tardar millones de años. Pero es como si las atmósferas estuvieran 
diseñadas para la transferencia de la vida. El meteorito viene de Marte,
lleno de microbios protegidos de la radiación por la roca. Entra a la 
atmósfera de la Tierra y, al entrar a una alta velocidad, el exterior se
derrirt debido a la fricción y se calienta, pero el interior es 
ptotegido como una cápsula espacial. Los microbios adentro permanecen 
asalvo. Y las fuerzas aerodinámicas en la baja atmósfera fracturan el 
meteorito, exponiendo el interior.
Es casi como si los meteoros –y los 
cometas que incluso tienen forma de esperma– fueran los vehículos 
perfectos que tiene la naturaleza para transportar protovida. Al igual, 
los planetas, con su atmósfera de gases en recombinación y sus mares, 
óvulos cósmicos. No es necesario invocar a un ingeniero, al menos no a 
un ingeniero con una “personalidad”; la evolución misma del universo 
podria haber encontrado, en su reinante expansión y complejificación, 
una forma eficiente para transmitir vida a través de enormes distancias.
Generalmente pensamos que somos una anomalía y argumentamos que el 
hecho de que no conozcamos otra forma de vida en el universo es una 
razón convincente para pensar que tal vez no exista. Pero lo mismo, y 
seguramente con más razones de peso, se puede argumentar que el universo
está lleno de vida, que su misma naturaleza está conformada para el 
surgimiento de la vida en formas que apenas podemos imaginar y mucho 
menos explicar científicamente. En un universo tan vasto como el nuestro
es altamente probable que ambas teorías, la panspermia dirigida y la 
panspermia, hayan ocurrido.
Prometheus, como película es 
inconsistente, con algunos personajes notablemente débiles y una 
narrativa que por momentos rompe con el encanto del espectador de creer en
y dejarse llevar por lo que está pasando; tiene, sin embargo, crestas 
visuales memorables –como la cautivadora secuencia inicial. Lo que nos 
concierne aquí, más allá de su logro o desatino cinematográfico, es 
su capacidad de poner el know-how de la magia y de la máquina 
del cine al servicio de una idea fascinante, que se proyecta a la manera
demoledora de un blockbuster –que arrolla  y hace volar, aunque no en 
lo fino– e impacta la mente global (prueba de ello es que se han 
generado cientos de sitios y foros para intentar descifrar el sentido de
la película). Lo que sobresale es una sensación ominosa y 
escalofriante, de contemplar esa posibilidad: un susurro de las 
estrellas en nuestro ADN, de ser el proyecto de entidades cuyos 
designios, al menos en este estadio de conciencia, nos son casi 
totalmente insondables. Nos sucede como al androide David (eco de Hal 
9000 y sin duda la mejor actuación de la película, por Michael 
Fassbender) que cuestiona al humano el por qué de su creación –y recibe 
un respuesta totalmente insatisfactoria. Tal vez porque, en palabras del
físico Richard Feynman solo puedes “entender aquello que puedes crear”.
Dígamos, en la misma tónica enigmática de la película, que el  fuego de
Prometeo es esa desobediencia primigenia — que nos permite conocer lo 
que atesoraban nuestros padres o aquello que nos convierte en creadores.
 
“Todo hijo quiere asesinar a sus 
padres”, dice David, el androide a Holloway. Y, también, el miedo 
secreto de cada padre es que su hijo crezca a destruirlo. Así en una 
cadena piramidal de la vida. Este oscuro arquetipo es el que anima Prometheus, ¿será también el arquetipo que rige nuestro origen y destino cósmico? 
Fuente: Cañasanta 
No hay comentarios:
Publicar un comentario