viernes, 9 de abril de 2010

AERONAUTICA DEL PASADO


Jadwiga Pasenkiewicz - Débora Goldstern

Jadwiga Pasenkiewicz
Civilizaciones Aeronaúticas del Pasado
Débora Goldstern© 



Hoy vamos a repasar la obra de la estudiosa de origen polaco, Jadwiga Pasenkiewicz. En Crónica Subterránea, introducimos su figura cuando publicamos Irán Subterráneo, sin embargo, estábamos en deuda en cuanto a esta investigadora, y que en lo personal, tuvo una gran ascendencia en mi actual línea divulgativa.

Mi primer acercamiento hacia la obra de Jadwiga se produjo a través del magistral "Los Soberanos de los Mundos Perdidos. Las Civilizaciones Aeronáuticas del Pasado", 1992, que en Argentina fe publicado por la famosa editorial Kier.

Según se relata en su biografía, “se graduó en Historia y Sociología en la Universidad de Varsovia. Cursó además la Escuela Superior de Periodismo. Enviada a Italia en 1960, como corresponsal de los más acreditados diarios polacos, conservó este cargo durante largos años. Luego, adquirida por matrimonio la ciudadanía italiana, se especializó en Antropología. Nombrada corresponsal de la Academia Polaca de Ciencias empezó la investigación sobre las grandes civilizaciones desaparecidas.

Durante los siguientes treinta y cinco años reconstruyó, apoyándose sobre documentos de indiscutida autenticidad, la vida de algunos imperios asiáticos que en los milenios desarrollaron los medios aeroespaciales de comunicación, enviando sus aviones por todo el globo; localizó en Sudamérica la escritura ideográfica más antigua del mundo, usada por los sacerdotes andinos en épocas remotas; descifró un famoso mensaje de Nazca, grabado sobre el desierto al Sur del Perú; recuperó la dramática epopeya del dios que llora encima de la célebre Puerta del Sol en Tiahuanaco, en Bolivia y tradujo otros importantes textos inmortalizados con esta escritura”. Sus últimos años la encontraría en Uruguay, falleciendo en 1996.



A su primer libro tan solo le seguirían dos trabajos más, "No Eran Extraterrestres", 1997, y "La Gran Época Olvidada de la Historia Americana", 1997, éste último inconcluso. Ambos publicados post morten.
Estos tres estudios constituyen una especie de trilogía, donde Pasenkiewicz desarrolla su tesis, dando cuenta de una civilización con notables conocimientos tecnológicos, que partiendo del Valle del Indo
[1], se expandieron a todo el mundo antiguo, que incluso tuvo como uno de los objetivos el continente americano.

En el Capítulo VI, "La Conquista de América en el Tercer Milenio A.C.", perteneciente a "No Eran Extraterrestres", se describe como esta civilización trasladó su cultura de avanzada hacia nuestro continente, añadiendo nuevos interrogantes a la historia conocida, que en el caso de América aún contiene inmensas lagunas. Aunque no compartimos totalmente la visión de Jadwiga, sin embargo creemos brillante sus hipótesis, la cual consideramos absolutamente original.

DEDICO ESTE POST A JAVI, QUE LO PIDIÓ!










Volando como los pájaros

El nivel de difusión de las tecnologías avanzadas depende de manera preponderante de la riqueza de los países y de la política de sus gobernantes. Siguiendo este concepto podemos ubicar tres centros muy interesados en la importación de la industria vallinda. Eran los actuales estados del Perú, de México y de las islas del Caribe.

Presumiendo que durante épocas aeronáuticas el intercambio de mercaderías se produce rápidamente, y tomando los años 2500 a. C. como la fecha aproximada de la masiva llegada de los Arios al continente americano, los contactos comerciales debieron instaurarse poco tiempo después.

Los vallindos, buscando difundir sus conocimientos y tecnologías en el hemisferio occidental, privilegiaron América, donde entonces se inició un proceso de renacimiento, con el florecer del arte, la arquitectura, la enseñanza y la acumulación de riquezas.

Entre Perú y Ecuador, nuestros arqueólogos encontraron imponentes monumentos edificados durante este período: centros ceremoniales, templos y ciudades. Descubrieron el esplendor de la vida cotidiana de los pueblos andinos, de Centro América y de México, reflejada en una artesanía cuya producción artística alcanzó una perfección y una belleza excepcionales en el campo de los tejidos, la orfebrería, las alhajas y los instrumentos musicales. Finísimas telas, brocados multicolores, refinadas pinturas sobre las cerámicas, maravillosas estatuillas de oro y plata constituían productos apreciables para el intercambio con la industria de los Arios. Por otra parte, entre los artículos traídos al nuevo continente figuran las cintas para el vuelo individual a corta y larga distancia, que permitían a las personas circular en el aire como lo hacen "las hojas de otoño movidas por el viento". Su uso fue inmortalizado en los códices de los mayas, en los templos, rocas y cerámicas de los países andinos, en Italia, Francia, Grecia, África, Irlanda y otros lugares. La mayor cantidad de imágenes de estos artefactos se halló en Perú, donde según parece, el placer de volar se transformó en una necesidad nacional. Numerosísimos grabados del mismo tipo se pueden observar en el centro ceremonial de Toro Muerto: una enorme extensión de rocas cubiertas por imágenes, situada entre Arequipa y Nazca, en el sur del Perú.

Otro deporte muy practicado era volar sobre tablas.

Los artistas de Toro Muerto inmortalizan algunas de las exhibiciones de los héroes divinizados en su gran santuario al aire libre. Durante siglos y milenios los sacerdotes hacían repetir allí algunos textos sagrados y figuras veneradas, así como se publican siempre de nuevo las "Biblias" de tantos otros pueblos de Oriente y Occidente. Los viejos grabados, deteriorados por hallarse a la intemperie, eran borrados y su lugar lo ocupaban nuevas repeticiones del mismo sujeto. Por lo que la antigüedad de estas reliquias, determinada con carbono 14, es un dato que debe tratarse con suma cautela







En Nazca, un lugar famoso por los grandes dibujos ejecutados sobre el desierto, fue hallado un paracaídas cuya tela es mucho más fina que la que usamos para los nuestros. Además, sobre cerámicas encontradas en la misma zona, se descubrieron imágenes de globos tirando de las banderolas.





Numerosos mercaderes, tripulaciones, pilotos, técnicos e ingenieros que llegaban a estos países de maravilla, se quedaban a vivir para siempre en sus nuevas patrias. Algunos especialistas ayudaron a los lugareños a diseñar sus aparatos para el vuelo individual a largas distancias, y otros artefactos.

En los relieves del templo de Tula, en México, se distinguen perfectamente cuatro hombres, presentados de frente y de atrás.


Al costado de cada figura aparece un propulsor que se enganchaba en la espalda. Encima de los cascos se nota otro propulsor, aunque de dimensiones menores, puesto para proteger al usuario contra la irreparable fractura de cuello, provocada por el violento empuje hacia adelante que recibiría la cabeza, en el momento del despegue. En el pecho y sobre la frente se notan contrapesos, necesarios para equilibrar el vuelo. Estas particularidades técnicas de los relieves las explica Quixe Cardinale, en su libro "11 ritorno delle civilitá perdutte", Newton Compton Italiana, Roma, 1969.
Con toda probabilidad existían por lo menos dos diferentes modelos del mismo aparato. Otro podemos observarlo encima de la diosa sumeria Istar, quien en compañía de sus hermanas se desplazaba alegremente por el aire. En una tablilla sumeria descifrada por Sitchin, son nombrados y descritos hasta en sus mínimos detalles los mecanismos de este dispositivo.





En el modelo sumerio el propulsor estaba colocado adelante, mientras las cintas que lo sostenían iban sujetas a la espalda (v. ilustración). La diosa tiene, también ella, otro propulsor situado sobre el yelmo para proteger el cuello, y lentes oscuros que cubren sus ojos. En el período vallindo existía la costumbre de esculpir o grabar grandes animales, candelabros u otros símbolos, sobre las colinas rocosas libres de vegetación, para marcar la proximidad de los lugares de aterrizaje. Algunas de estas imágenes todavía perduran y se las puede observar en América Latina, Francia, Afganistán y en algunas regiones africanas. Aparte de estos indicadores del recorrido, numerosos en Perú, se descubrió en los Andes otro tipo de señalización, consistente en la ubicación de piedras pulidas que, expuestas al sol, brillan y son bien visibles desde lo alto. La información más sorprendente proviene, sin embargo, del Caribe, donde el uso de cintas individuales para volar parece que fue tan generalizado que se construían los edificios sin escaleras. En efecto, en las crónicas orales se narra que: "Una vez la gente no subía ni bajaba las escaleras. Tocaba sólo los címbalos y cantaba una canción. El canto decía dónde quería ir y allá iba. Todos podían moverse en el aire como las hojas durante el temporal".

Esta antigua crónica oral, encontrada por Von Daniken, nos pone de frente a tecnologías muy avanzadas, cuyo funcionamiento nos resulta todavía incomprensible. Puede ser que se tratara de una especie de computadora, miniaturizada, accionada por ondas sonoras o cualquier otro sistema desconocido. Tal vez los vallindos tuvieran en el Caribe una importante colonia, o un gran centro, donde construían las casas con el sistema usado en sus ciudades voladoras. Aventuramos esta hipótesis porque ni en el valle del Indo ni en América se encontraron hasta hoy los altos edificios sin escaleras. En cambio, en todos los continentes se hallaron instrumentos, artefactos y objetos hechos en metales todavía no producidos por nosotros, trabajados con gran precisión, los que han sido reunidos en los depósitos de Charles Ford Society, Chicago, USA, atestiguando la existencia de los antiguos pioneros. Durante las olimpiadas del año 1984, la multitud reunida en el estadio vio sobrevolar libremente a un hombre con un extraño aparato sobre la espalda que le permitía moverse libremente en el aire (v. ilustración). Sorprende mucho que durante todos estos años el aparato no haya sido comercializado para aliviar el tráfico automovilístico en las ciudades congestionadas.


[1] Según la autora “los Asuras aparecieron 4.000 años a.c. en el Valle del Indo, extendido sobre la parte septentrional de la India, sobre Paquistán y Afganistán, donde edificaron ciudades planificadas, dotadas de óptima canalización, de calles pavimentadas, y de piscinas calefaccionadas a aire, tal como se usa en la actualidad. Sus casas altas, hasta de tres pisos, estaban equipadas con baños, duchas, instalaciones higénicas muy similares a las nuestras, placares y una portería a la entrada del edificio. Los habitantes del país, se vieron obligados a construir inmensas obras hidráulicas, lagos artificiales y represas, para contener al Indo y sus entonces, seis afluentes, que - provenientes de los ramales del Himalaya- inundaban el territorio tras la disolución de las nieves en primavera. Luego de haber implantado una agricultura de vanguardia, de haber difundido el cultivo de trigo, el algodón, frutas y verduras, de haber introducido la cría de ganado a gran escala, y desarrollado el comercio interno y externo, le habían asegurado a esa inmensa zona riqueza y prosperidad. Gracias a ello fue posible al reino alcanzar conocimientos científicos de altísimo nivel y producir tecnologías tan avanzas como para poder crear – inclusive – una civilización aeroespacial. Aún no sabemos de donde había llegado esta gente, ni cual fue su verdadera cuna. Sin embargo sabemos con absoluta certeza –por el examen de sus esqueletos- que no se trataba de presuntos extraterrestres, nacidos de la efervescente fantasía de los escritores de sucesos, los llamaremos Vallindos siguiendo el ejemplo de Mandel, a quién debemos muchos descubrimientos ahora citados o Asura, tal como aparece en textos sánscritos”. Alcanzaron tan nivel tecnológico, que se embarcaron en costosos enfrentamientos. Uno de las pocas evidencias que sobre este pueblo podemos recoger en la actualidad, lo encontramos en las ruinas de Mohenjo Daro y Harappa, que se cren padecieron radiación atómica.Véase: http://www.bibliotecapleyades.net/esp_mohenjo_daro.htm



Fuente: Cronica  Subterranea

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